OPINIÓN. ¡QUE MUERA EL 2017! Por Teresa Da Cunha Lopes

» A mí, Santa Claus me llegó con la amargura de quererme transformar en huérfana. A mis sesenta años, de golpe, en este final del 2017 , me sentí tan indefensa como cuando tenía cinco años y corría por la nieve en Alvites, huyendo de los perros callejeros, buscando la protección de mi Padre y de Tío Fernando.

Adicionalmente, llegó también el golpe material, con la desvergonzada (e ilegal) actitud de ejecutivos que no gobiernan y de funcionarios que no saben administrar, que me retiraron el derecho a una Navidad en Paz, me obligaron a salir a la calle a defender mis derechos laborales y, por ende, los derechos fundamentales a la educación y a la cultura de varios millares.

Es bien verdad que tuve la alegría de ser reconocida, tal como otras centenas de compañeros, por el Sistema Nacional de Investigadores y de ver a la UMSNH declarada “Benemérita y Centenaria”.

Pero, desde la tribuna del congreso, en los cafés de los portales y en los medios de comunicación lo que recibimos colectivamente (yo y mis compañeros) fue la explosión visceral de un vomito de calumnias, de ataques nacidos “de profundis “del más visceral anti – intelectualismo, de insultos que intentaron denigrar, disminuir el impacto de una comunidad académica reconocida por sus pares y por su producción.

Otros dirán que “no nos fue tan mal” comparando con el “apocalipsis “legislativo que nos cayó desde arriba, en el otoño / invierno 2017 y que impacta a toda la Nación.

Terminamos el año 2017 con la ley de egresos aprobada por los diputados (as) que beneficia a los que han sido malos de la forma correcta y que aplasta a los que trabajan con honestidad. Con la Ley de Seguridad interna que nos reenvía a la era del echeverrismo puro y duro. Con las “coaliciones “que buscan el voto útil del fundamentalismo religioso a sabiendas que esto implica un ataque directo a los derechos de la Mujer, en particular a los derechos reproductivos. Con la tentativa de erosión del derecho fundamental a la libertad de expresión contenida en la reforma que sanciona la publicación de “hechos verídicos “con la misma fuerza y tipificación del falso rumor.

Sin embargo, la tradición nos “manda” celebrar el fin de año. Ya vuelve a ser esa época del año en que preparamos los pequeños sombreros ridículos para ahogar en sucedáneo de champán, o por lo menos con cidra, las derrotas, las humillaciones, las amarguras, las luchas y las simulaciones a que tuvimos que nos enfrentar en el 2017.

Algunos, es bien verdad, recibieron buenos regalos de final de año. Un año en que desgobernaron, corrompieron y se dieron baños de alegres despilfarros a costa del erario. Confieso que no acabo de entender “lo divertido” que resulta para algunos la parte en la que compensa ser malo.

Y otros, carbón. A muchos, lagrimas, represión y hambre.

Las “normas “han cambiado un poco, milimétricamente, pero a la vez, de forma consistente, al menos en lo que al Gobierno se refiere y, además las elecciones están en puerta. Lo llaman de “reingeniería”. Las prioridades son invertidas. Los programas sociales abandonados. La educación y la salud, consideradas como “cargas”.

Los recursos tienen que ser orientados a las campañas. Inyectados a presión por la garganta funda de las grandes televisoras.

El Santa que ustedes conocían, que yo conocía, está de vacaciones, posiblemente para siempre. No creo que los Reyes Magos lleguen, tampoco, a nuestras casas el próximo 6 de enero.

En su lugar tendremos que soportar los «grinch» que se dedican a salir diariamente en las portadas de revista con esa mirada anémica de quien nunca ha bebido palabras de un libro o parido una idea.

Y, de paso, a los “sicarios “electos para legislar normas que prohíban hacer su crítica, nombrar a los innombrables, salvo para publicar pétalos de rosa sobre sus creativas biografías políticas.

La ley tiene, en estos últimos días de las 2017 prioridades bien diferentes de la Justicia y de la Equidad.

Saquemos la sidra, el tequila, el champán y la marijuana porque esta Nochevieja solo nos resta ahogar en el olvido de los sentidos este “annus horribilis “2017.

Brindaremos, como un acto de resistencia , por el año viejo y por el nuevo año y , a la manera de Piaf , el único brindis que haré al beber a la salud de todos los míos , de los presentes y de los ausentes, de mis amigos y compañeros es : «je ne regrette rien» . Y, no no nos vencerán .
¡Que viva el 2018! «

 

 

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