OPINIÓN. LA INSURGENCIA CONTRA EL HARTAZGO ES LA LUCHA POR LA VIDA MISMA. Por Juan Pérez Medina

 

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Golpe tras golpe, el sistema deja claro que no tiene posibilidades para resolver su propia crisis que nos afecta a todos. Desde hace años que los neoliberales en turno han venido desestructurando el sistema social construido en todo el siglo XX y que es el resultado de más de 200 años de lucha de los trabajadores por justicia e igualdad.

Las reformas estructurales son en sí contra reformas cuyo propósito es el de enterrar los logros que los trabajadores de todo el mundo han alcanzado. Cada medida modernizadora implica un paso atrás y un triunfo para el capital. A cada paso de los cambios de las leyes que regulan el modo de producción capitalista en cada país los trabajadores pierden algo, ya sea en materia de salarios, de empleo, de seguridad social, de salud, etc. Estamos señores ante la brutal lucha de clases en un momento en que los trabajadores no tienen una ideología y un proyecto claro de transformación política que abrasar. Parece que vamos a la destrucción total de la vida humana y planetaria. El triunfo del capital sobre el bien común. La barbarie sobre la vida misma. Pareciera que no hay salida.

Hoy mismo esto se refleja en las medidas económicas que el gobierno federal acaba de tomar incrementando el precio de las gasolinas en tres pesos por litro y con ello, afectando en cascada la economía en general. El golpe ha sido demoledor y, lo peor está por venir. Las consecuencias serán más catastróficas de lo que muchos estamos pensando. No hay, como lo dije al comienzo, una salida humanamente posible. El sistema no funciona así.

Pero no es el aumento, que en las condiciones actuales es terriblemente cruel para los más de 65 millones de mexicanos que viven en la pobreza en el país, lo que ha generado las permanentes movilizaciones que desde antes del primero de enero se han venido desarrollando a lo largo y ancho de todo el territorio nacional; sino el hartazgo de una política cuya principal característica ha sido el engaño. Una y otra vez el gobierno ha venido repitiendo la historia de las buenas decisiones en medio de un mar de promesas siempre incumplidas. Lo que hacen siempre –dicen- es en bien del país y siempre acaban amolándolo más. Cada medida que toman acaba cotidianamente afectarnos. En los años recientes por ejemplo, se dijo que la reforma laboral traería consigo más y mejores empleos, pero eso no ha ocurrido. Cuando privatizaron las pensiones, creando las afores y enviando los ahorros solidarios a cuentas individuales, se dijo que era para mejorar y proteger el ahorro de los trabajadores; ahora sabemos que eso no es cierto y que los únicos ganones son los banqueros que administran nuestro dinero. No debemos olvidar que hace apenas unos años se habló de un nuevo PRI y se presentó a la nueva generación de políticos de ese partido como una renovación que enterraría por fin las viejas y lesivas prácticas. Pero la realidad cual terca mula, nos mostró que el nuevo PRI no existe más que en la parafernalia de un discurso mediático de control político. Los cerdos, cerdos son.

Apenas nos habían dicho que la reforma energética, que regresaba las posibilidades de que los antiguos dueños del petróleo pudieran volver a tenerlo, es decir: regresarlo de nuevo a manos extranjeras, nos daría la seguridad de que ese recurso sería más nuestro (?) aún, haría que sus derivados, como la gasolina, fueran mucho menos costosos, nos enteramos a fines de 2016 de este enorme incremento en medio de los despojos por corrupción de parte de los ex gobernadores del nuevo PRIAN como César Duarte (PRI) de Chihuahua, Guillermo Padrés (PAN) de Sonora, Javier Duarte (PRI) de Veracruz, Tomás Yarrington (PRI) de Tamaulipas, Roberto Borge (PRI) de Quintana Roo, Andrés Granier (PRI) de Tabasco, Rodrigo Medina (PRI) de Nuevo León y Fausto Vallejo (PRI) de Michoacán, sin dejar de lado al propio Peña Nieto y los grandes sueldos, aguinaldos y bonos que se dieron nuestros (parásitos) representantes populares y funcionarios.

Las manifestaciones no son sólo porque se ha incrementado la gasolina, sino que este hecho ha sido la gota que derramó el vaso de una larga lista de agravios que se han suscitado día a día y que incluye a políticos de todos los partidos. Apenas el sábado anterior en las principales ciudades del país se desarrollaron manifestaciones en contra de la determinación del gobierno de subir el precio de las gasolinas que, aunque parezca increíble, es más barata en los estados Unidos. Ante este levantamiento popular en aumento, el gobierno ha iniciado a ejercer la represión con el saldo de los dos primeros muertos en la población de Camargo, en el estado de Chihuahua a manos de la policía federal. ¿Cuántos más tendrán que caer para restablecerle al pueblo su dignidad entera?

No es casual que los dirigentes de la partidocracia guarde silencio ante esta brutal embestida contra el pueblo, pues son parte del mismo clan de facinerosos que mediante actos legales pero deshonestos, pues son moralmente indecentes, gobiernan y legislan para el mismo sistema y, por tanto, para favorecer a sus representantes. Un digno representante de este grupo es el actual gobernador de Michoacán, quien actúa como vocero del defenestrado Peña Nieto, a quien por cierto le debe todo lo que actualmente es.

En los días por venir se resolverá la actual encrucijada y se verá sí los mexicanos somos capaces de revertir el gasolinazo en primera instancia, para luego avanzar en la toma de conciencia acerca de la necesaria transformación política del país y de su modelo de desarrollo claramente fracasado. ¿Quién necesita a los diputados y senadores que actualmente tenemos? ¿Quién necesita de los partidos políticos que tanto nos cuestan? ¿Quién necesita a esta caterva de políticos facinerosos que tenemos?

Dos cosas son fundamentales: la unidad como mecanismo para fortalecer y extender la lucha, lo que garantizaría su carácter pacífico y ciudadano y, la capacidad de resistencia para mantenerse mientras nuevos contingentes se van incorporando. La resistencia implica no caer en provocaciones y, por el contrario, suscitar la más amplia solidaridad, tal y como está ocurriendo ahora con nuestros paisanos en los Estados Unidos. La resistencia pasa por la capacidad de los movilizados para entender el momento y no estigmatizar ni excluir a nadie. En este momento todo el sector popular es indispensable y hay que ser inteligentes para no abrir grietas y sí impulsar la unidad.

Para echar por tierra las medidas del gobierno, las cuales en nada mejoraran las condiciones de vida de la población, es necesario dejar de lado expresiones como aquellas que dicen que “golpe dado ni dios lo quita” o atender a quienes esperan que la lucha sea la pureza total, cuando estamos en el espacio de los condenados de la tierra, como lo mencionara el revolucionario argelino Franz Fanón. No hay lucha que no lleve consigo nuestras impurezas, pero eso no hace que una lucha justa se convierta en injusta. Aquellos que se espantan por los saqueos que se han realizado (ya se supo, por cierto que fueron inducidos por el propio gobierno para desacreditar la protesta e inhibir la participación), deberían saber que una pantalla de 50 pulgadas no es nada comparado con lo que nos han quitado los saqueadores que nos gobiernan.

Hay que fortalecer la lucha ahora. Es momento de decir basta y recuperar nuestra dignidad. Hagámoslo por el futuro que está en riesgo. Michoacán debe dar muestras mayores que lo que ha sido hasta este momento. No abandonemos a quienes en otros lugares y aquí mismo están librando nuestras batallas. Este es el único camino para dar certidumbre al cambio y a la humanidad misma. No hay de otra: transformación social o barbarie.

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