MÉXICO Y COLOMBIA: LOS UNE EL ASESINATO FRECUENTE DE PERIODISTAS LIBRES Y VALIENTES

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Desde hace años se ha comparado la situación colombiana con la mexicana. Inclusive se habló injustamente de la “colombianización” de México. El tópico ha hecho carrera pues ahora se habla de la “mexicanización” de otros países. En un artículo del historiador colombiano Marco Palacios, durante años profesor en el Colegio de México, con la investigadora mexicana Marcela Serrano afirman que “En la primera década del siglo XXI las manifestaciones de la violencia en México permitieron advertir nuevos rasgos y tendencias. Aunque la guerra multidimensional que azotó a Colombia tiene menos relevancia en la experiencia mexicana, en la historia de los años recientes predominan la fragmentación y la feroz competencia entre las organizaciones criminales por el mercado, así como la creciente privatización de los ámbitos de protección y de extorsión”.[1]

Cuando se comparan las noticias que llegan de México sobre la violencia contra los periodistas frente a las realidades y los análisis de lo acontecido en Colombia en las últimas cuatro décadas, parece que estamos frente a los efectos de un papel calcante.

Hay, por supuesto diferencias en los actores, las dinámicas locales, las respuestas del estado y hasta las propias reacciones del gremio de la información. Pero son pavorosas y reveladoras las similitudes. Como si las figuras que aparecen en el espejo actual de la realidad mexicana estuvieran ya dibujadas en el retrovisor de los años de infamia de los acontecimientos colombianos.

Filadelfo Sánchez Sarmiento y Juan Mendoza Delgado fueron asesinados en los estados de Oaxaca y Veracruz. Al primero lo esperaron sus asesinos a la salida de la emisora de radio donde conducía un noticiero y le propinaron siete tiros y al segundo lo secuestraron en su automóvil y después apareció muerto y con signos de tortura.

A Gustavo Rojas Gabalo, periodista de Radio Panzenú en Montería (Colombia) le dispararon desde una moto en Barranquilla. En sus últimos trabajos se habían referido a un problema de tierras en San Anterito y a robos en la Secretaría de Salud de su municipio.

“El espacio de Gaba”, con más de 25 años de emisión, era muy reconocido en esa región del Caribe colombiano. Unos meses antes fue asesinado en Magangué (Bolívar), Rafael Enrique Prins Velásquez . Su crimen fue atribuido al alcalde de esa ciudad apodado ,“El gatico”, hijo de una famosa empresaria de chance (loteria popular) a quien se la conoce con el alias de “La gata” y procesada por diferentes delitos. El periodista escribía en un periódico llamado “Apocalipsis” y solía hacerlo sobre casos de corrupción de las autoridades locales.

He aquí la primera figura que revela el calco: hay una geografía del terror que se va conformando a partir de los crímenes contra periodistas. En uno y otro país secuestran, torturan y disparan, como si todo formara parte de un patrón criminal que se repite de manera incesante. En Colombia, el Valle de Cauca y Antioquia han sido dos de las regiones más asoladas. Las dos tienen razones para ser peligrosas: han sido centro de poderosos carteles del narcotráfico –el cartel de Medellín, el Cartel de Cali y el Cartel del Norte del Valle-, son circuitos de paso de las remesas de cocaína hacia los Estados Unidos –y también hacia Centroamérica y México- y han tenido fuerte presencia de guerrillas, paramilitares y bandas delincuenciales (bacrim).

Filadelfo dirigía la estación de radio La Favorita, en el municipio de Miahuatlán en Oaxaca y era el locutor estrella de La Voz de la Sierra Sur. Juan Mendoza dirigía un modesto portal de noticias en Veracruz. Según testimonios, ambos habían recibido amenazas de los narcotraficantes y de los poderes locales.

Son otras proximidades del caso mexicano con el colombiano. Durante los años estudiados en “La palabra y el silencio. La violencia contra periodistas en Colombia (1977-2010), el Informe del Centro Nacional de Memoria Histórica que se acaba de publicar, se confirmó que el mayor porcentaje de periodistas asesinados en el país lo han puesto los pequeños medios locales y muy especialmente las pequeñas emisoras de radio.

Pero la segunda similitud es aún más escalofriante: las amenazas han partido de los mismos victimarios, aunque la realidad colombiana es más compleja y diversa, por la existencia durante estos años del conflicto armado interno. Sin embargo, un dato estremecedor en los dos países es la presencia de autoridades locales, fuerzas de policía, militares y políticos, en las amenazas e inclusive la determinación intelectual y material de los crímenes. En un Informe de la organización Artículo 19 se asevera que durante el 2014 el mayor número de amenazas contra periodistas en México las hicieron funcionarios públicos.[2]

Uno de los periodistas mexicanos asesinados, Juan Mendoza Delgado, trabajó durante 16 años en el periódico El Dictamen como reportero policíaco y desde hace dos años dirigía el portal electrónico “Escribiendo la verdad”. Investigaciones realizadas por Consejo de Redacción y el Centro ÁTICO (Universidad Javeriana) en Colombia, demuestran el incremento exponencial de los portales digitales, su incidencia en las regiones y el aumento de los que ya no provienen de prensa ni de radio y son originalmente digitales. Detrás de los grandes portales mediáticos está una multitud de pequeños emprendimientos virtuales desperdigados por todo el territorio nacional y dedicada a la divulgación de noticias.

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