OPINIÓN. VILLA MADERO, ENTRE EL TEMOR Y LA DIGNIDAD. Por Julio Santoyo Guerrero

Nada de lo que aquí se diga es extraño en un México acosado por las bandas delincuenciales. Las crónicas de vasallaje de pueblos, de terror por la violencia demencial, la extorsión, el secuestro, la impotencia, son tan ordinarias que la capacidad de indignación social ha terminado por embotarse. Al final a los ciudadanos, a los pueblos, sólo les queda la dignidad y el instinto por la libertad.

Los maderenses, como muchos pobladores acosados por la delincuencia, han pasado con obligada rapidez del temor a la dignidad. La disyuntiva que los criminales les han planteado, con un lenguaje adornado de pacifismo defensor, es clara y cruda: o la aceptación del vasallaje protector y generoso para «limpiar de ladrones y extorsionadores» o el infierno ya conocido.

La competencia por el control de territorios entre bandas, aprovechando las inconsistencias y francas concesiones de las políticas de seguridad, están alentando el accionar delincuencial. Como es sabido el sueño dorado de cualquier cartel es alcanzar no sólo el vasallaje de los pueblos sino la subordinación de las instituciones del Estado mexicano. Hacía allá están caminando en esta nueva primavera del crimen.

El vasallaje que sobre Madero han pretendido imponer los grupos criminales se explica por razones económicas y por decirlo así geo-políticas. En los últimos años Villa Madero se ha convertido en un vértice de oro de las comunicaciones para el tránsito de la producción aguacatera de la región, amén de la maderera que viene realizándose desde no menos 70 años atrás. No se olvida que hace una década otra banda de repulsiva memoria, los «caballeros templarios», tomaron el control de este municipio arrasando parte de sus bosques e instalando huertas aguacateras sin freno. Parte del impulso ecocida del aguacate, que dejó cerros pelones en este municipio, fue causado por el sometimiento criminal. Las secuelas siguen ahí: precarización económica, ambiental, y condiciones de seguridad vulneradas. Estos son hechos que están en la memoria de sus pobladores

Y tiene una importancia geo-política de gran relevancia. Villa Madero tenía como nombre Cruz de Caminos hasta finales de 1914 en que fue elevado al rango de municipio por el Gobernador Gertrudis G. Sánchez, en pleno clímax de la Revolución Constitucionalista, y la razón era evidente, es un cruce formidable de caminos, los que han adquirido al paso de los años mayor importancia estratégica por lo que su control representa un atractivo para los grupos delincuenciales.

La mayor parte de la producción aguacatera y maderera de Tacámbaro y Madero, o la producción agrícola y ganadera de la tierra caliente, Nocupétaro, Carácuaro, Huetamo, San Lucas, pasan por este punto. Es decir, es un lugar perfecto como aduana de extorsión y de dominio territorial para los maleantes. Pero también es un lugar perfecto para hacer valer la presencia del Estado, no por algo se instaló en las inmediaciones de Villa Madero un cuartel de la Guardia Nacional.

El vasallaje que se pretendía sobre la población maderense, aparte de imponer impuestos para el crimen (cobro de piso), buscaba la adhesión social de los pobladores para ponerlos, al igual que se ha hecho en otros municipios, como activos civiles movilizados contra las instituciones de seguridad del Estado, es decir, usarlos como escudo protector, pero también para emplearlos como carne de cañón frente a carteles rivales, es decir, sacrificarlos en las vendettas sanguinarias por el control territorial.

El control social sobre Madero a la vez que económico tiene una valoración política por la cercanía con la capital del estado. El control de este territorio supone un cerco sobre Morelia, de ahí el persistente acoso por las bandas criminales.

El que hayan pretendido reunir a la población, presidiendo un grupo de criminales fuertemente armados, para lograr «acuerdos», habla de su confianza en el terror promovido entre la población asegurándoles que todo estaba arreglado con el gobierno y la Guardia Nacional. Que la reunión se realizara a tan solo 5 minutos del cuartel de la Guardia Nacional habla de altanería, osadía y reto al Estado mexicano.

Sin embargo, la asistencia masiva de pobladores, indignados por la pretensión criminal de imponerles vasallaje y dispuestos a decir no, modificó el escenario. La posterior intervención de un fuerte operativo de la Policía Michoacán y la Guardia Nacional terminó por echar por tierra, por el momento, el objetivo delincuencial de subordinar a los pobladores.

La convocada reunión, disfrazada con el argumento de la paz para las familias, la libertad para trabajar, la limpieza de malos y la ayuda mutua, retrataba una manada de hienas encorralando a sus presas. ¡Cuando las hienas hablan de ayuda y ofrecen como carnada una despensa, sin soltar el cuerno de chivo, se debe ser muy ingenuo para glorificarlos!

Hasta ahora ha salvado a los maderenses su dignidad y el instinto de libertad. Pero el acoso, son seguridad continuará, la zona, su territorio y sus riquezas son un objetivo muy lucrativo para los delincuentes. Las instituciones federales y estatales harían bien de tomar medidas preventivas para evitar que el municipio caiga en poder de estos sí verdaderos enemigos de México.

Los maderenses deben potenciar lo que ya han entendido: el primer círculo de protección está en los hogares. Si, como se ha sabido, existen algunos maderenses dispuestos a entregar a su pueblo a las garras de la delincuencia, que por un plato de lentejas están colaborando con el enemigo criminal, entonces deben ser aislados y repudiados.

El segundo círculo es la cohesión de sus pueblos. La activación cívica organizada de todas sus localidades con el propósito de cerrar las puertas frente al crimen instituyendo una red de colaboración horizontal en todo el municipio, con comunicaciones confiables, dejará afuera a quienes pretenden apoderarse del fruto del trabajo de los maderenses.

Y el tercer ámbito, el establecimiento de una mesa permanente de trabajo con las instituciones competentes federales, estatales y municipales, para que en apego al mandato constitucional, realicen el trabajo para el que fueron electos y le garanticen a toda la población el derecho a la seguridad, a la vida, al trabajo y a la realización de todas sus libertades.

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