EL ASESINATO DE ENEDINA; CRÓNICA DE UN FEMINICIDIO ANUNCIADO EN MICHOACÁN

REDACCIÓN

Enedina V. era una mujer de trabajo. A los 40 años había quedado viuda, pues su esposo murió en un accidente automovilístico.

Desde entonces ella tuvo que enfrentar la dura vida del campo con sus tres hijos, quienes no tuvieron otra opción que trabajar una vez que terminaron la primaria.

Habían pasado 10 años de la viudez cuando Enedina tuvo el primer ataque sexual en su propia casa ubicada en la comunidad de El Sauz. Su agresor era un joven de 30 años de la vecina comunidad de Tinaja.

La sorprendió aquel día cuando estaba en la cocina. Enedina no supo de su presencia hasta cuando sintió que unas manos le apretujaban el cuerpo. Lanzó un grito y enseguida le tapó la boca el atacante. Para enseguida aventarla al suelo.

Enedina volteó de manera instintiva a ver quién era el agresor. Lo identificó plenamente. Era Fidel S. quien lleno de nerviosismo corrió ante el peligro de que el grito de ella fuera escuchado por los vecinos.

Después del incidente, a Enedina se le vio pensativa y distante. Los hijos lo percibieron y ella les contestó que estaba enferma, que se sentía mal del estómago y que tendría que ir al doctor a la ciudad.

Lo cierto es que la mujer temía informarles a sus vástagos el incidente, pues seguramente buscarían venganza contra Fidel y aquello terminaría en tragedia.

El hijo mayor, Ricardo, mandó a su hija Lupita para que acompañara a su abuela varios días y le ayudara en los trabajos de la casa mientras se restablecía de salud.

Lupita tenía 15 años de edad. Estaba en plena madurez y era una muchacha muy cercana a su abuela. Se pasaban horas platicando de la vida y sus avatares.

Desde el primer día la nieta percibió que Enedina no estaba enferma del estómago. Su nerviosismo la delataba. Cuando por fin estuvieron solas, le preguntó directamente que cuál era el problema.

Enedina no aguantó más y explotó en llanto. Le contó a la joven que había sido atacada por Fidel S.; que estuvo a punto de violarla sexualmente  y que no sabía qué hacer; que no quería involucrar a sus hijos pues enfrentarían a Fidel.

Las dos mujeres se quedaron con el secreto.

Pasaron dos meses y todo volvió a la normalidad. Pero la soledad del campo que acompañaba diariamente a Enedina en su casa era un verdadero riesgo.

Y fue un día solitario; Enedina lavaba ropa en el patio de su casa cuando Fidel S. entró abruptamente y nuevamente la sorprendió. Le tapó la boca de inmediato y arrastrando la metió a la casa.

Al mismo tiempo le fue arrancando la ropa. Enedina no podía reponerse del sorpresivo ataque. Fidel la tenía sujetada por la boca y la cintura.

Entraron a una de las habitaciones y Fidel aventó a Enedina hacia una de las camas. De inmediato se le fue encima, pero la mujer alzó una de sus piernas y lo recibió con un golpe en plena cara; el zapato chocó contra la boca y nariz del hombre.

Encolerizado, Fidel sacó de entre sus ropas un cuchillo y sin pensarlo atacó a la mujer. El cuerpo de Enedina recibió por lo menos cinco navajazos, los cuales terminaron con su vida.

La sangre brotó de las heridas que tenía Enedina. La mujer quedó recostada boca arriba desangrándose hasta que la vida abandonó su cuerpo.

Fidel reaccionó. De la furia pasó al estupor. No contaba con lo ocurrido. Él sólo quería saciar su sed sexual con aquella mujer de 50 años. Salió aprisa de la casa, empuñando su cuchillo y huyó de la región por unos días.

Cuando regresaron a casa los dos hijos de Enedina vieron la escena y llenos de ira y sorpresa acudieron con las autoridades. No podían creer lo sucedido.

Los peritos de la Fiscalía Regional levantaron el cuerpo de Enedina y recolectaron varios objetos de la escena del crimen. Entre ellos, una gorra tipo beisbolista y unos lentes obscuros que no pertenecían a ninguno de los hijos de la víctima.

Los agentes investigadores iniciaron su trabajo. Interrogaron a los vecinos más cercanos a la casa de  Enedina; a sus amigos y hasta las autoridades del pueblo. Nadie se percató del ataque ni habían visto gente extraña el día de los hechos.

Pero Lupita, la nieta de la víctima, sabía del primer ataque que había sufrido su abuela. Sabía de la identidad del hombre y decidió contárselo a la policía.

Los agentes tomaron con reservas la declaración de Lupita, pero se dieron cuenta que era la única línea de investigación que tenían. Pero necesitaban vincular a Fidel con la escena del crimen. Por lo que mandaron hacer estudios para encontrar rastros del ADN en la gorra y los lentes.

Pasaron los días y Fidel S. regresó muy confiado a su casa en la comunidad de Tinaja. Argumentó que su ausencia se debió a la visita de unos familiares en el estado de Guerrero. No sabía que la policía ya lo estaba ubicando.

Al día siguiente de su llegada, Fidel salió al bosque a cortar un árbol para vender su madera. Cuando estaba a punto de salir del pueblo lo detuvo la policía. Los agentes le mostraron una orden de aprehensión girada por un juez de control.

Fidel no opuso resistencia, pero dijo desconocer de qué se le acusaba.

En los interrogatorios los investigadores le mostraron a Fidel la gorra y los lentes. El hombre sintió que el mundo se le venía encima. Titubeando, negó que le pertenecieran.

Mientras tanto, la Fiscalía también solicitó una orden de cateo en la casa de Fidel. Ahí encontraron ropa manchada de sangre, pero no el arma asesina.

El tipo de sangre que se encontró en las ropas de Fidel correspondían al mismo que en vida tenía Enedina, por lo que el juez decidió vincularlo a proceso y le dictó prisión preventiva oficiosa mientras se realizaban las pruebas de ADN para demostrar si el detenido había estado en la escena del crimen.

Los resultados fueron positivos.

El testimonio de Lupita confirmó que Fidel también ya había atacado a la víctima con anterioridad y que planeó el siguiente ataque, que derivó en el asesinato de Enedina.

La muchacha tuvo el valor de verle la cara al asesino de su abuela y de acusarlo del asesinato; ello basado en lo que le había contado Enedina.

El Tribunal de Enjuiciamiento, una vez terminado el proceso, dictó una sentencia de 75 años de prisión para Fidel, condenándolo por feminicidio y tentativa de abuso sexual.

Es la condena más alta registrada en el estado por esos delitos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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