OPINIÓN: LA EDUCACIÓN NO PUEDE ESPERAR. Por Teresa Da Cunha Lopes

El siglo XXI será de los países que eduquen a sus jóvenes para participar productivamente en la sociedad de la información y del conocimiento y para vivir plenamente las libertades. Tal como vamos, quedamos de fuera, de nuevo estaremos en la periferia. Porque estamos haciendo todo lo contrario en materia de política educativa, al reducir ésta a un proceso de mercantilización.

La mercantilización de la educación es una política errada, basada (y vendida) en pseudo argumentos.

Como claramente lo expresa, Katzman, en un artículo intitulado “La educación lucrativa, por debajo de lo esperado “, hay un área fundamental donde la búsqueda de lucro NO es eficaz: y, esa área es la educación:” En Estados Unidos, las universidades con fines de lucro tienen una tasa de graduación a seis años del 22%, muy por debajo del 60% que alcanzan las instituciones sin fines de lucro. Las primeras dedican el 23% de sus ingresos a la captación de nuevos estudiantes, contra apenas el 1% de las segundas. En los niveles primario y secundario, las escuelas autónomas con subsidio estatal gestionadas por empresas con fines de lucro tienen un 20% menos de probabilidades que las instituciones sin fines de lucro de alcanzar los niveles de competencia estándar, y las instituciones lucrativas más grandes se llevan algunos de los peores resultados”.

Hacer simple reingeniería administrativa para obedecer a imposiciones de recortes presupuestales NO ES equivalente a una reforma del sistema ni corregirá sus defectos. Como dirían los italianos: magari fosse vero – ojalá fuese verdad. Pero no lo es.

El entusiasmo por la educación mercantilizada de nuestra clase política y del aparato burocrático de la SEP es perfectamente comprensible porque “queda bien en las presentaciones power point”. Pero eso es el único alcance de la misma. Están reforzando el gasto militar, pese a tener otras prioridades internas apremiantes, eliminando la posibilidad de mayores inversiones en la educación pública, en particular en el subsistema superior y de investigación. Están mercantilizando la educación, a sabiendas que esta no es eficiente, no produce calidad y es contraria a la inclusión.

Parece que buscáramos una nueva carrera que nos aísla de las grandes naciones desarrolladas. Parece que buscáramos caminos de pauperización implementadas, en paralelo, con una militarización del país, y no de desarrollo. Cuando lo que realmente necesitamos es una reconstrucción del tejido social que solo puede surgir de políticas en pos de la educación y el desarrollo sostenible.

Desarrollo de las naciones que pasa por economías inclusivas , por modelos de crecimiento más inclusivos en que , tal como lo expone el premio Nobel de la Economía Michael Spence ( autor, entre otras obras , de “ The Next Convergence “ ), los gobiernos nacionales podrán dejar que sean los “gobiernos subnacionales, los sindicatos y las organizaciones educativas y sin fines de lucro los que tomen la iniciativa para impulsar el progreso, especialmente en lugares afectados por la fragmentación y el rechazo al establishment político”.

Ahora bien, no pueden existir economías inclusivas sin sistemas de educación pública inclusivos y de calidad. Mismos que necesitan de financiamiento público adecuado que garanticen su sostenimiento. Mismos que tienen que ser considerados una inversión trans sexenal y, no una operación contabilista empresarial.

Sin embargo, a lo que asistimos es todo lo contrario. Erosión del poder local, desmantelamiento de los sindicatos, transferencia de competencias y funciones a empresas privadas basadas en el lucro y, no en el paradigma de la responsabilidad social. Pero Mexico parece haber optado por ir a contracorriente optando por una inversión de estrategias y de prioridades. Lo que es particularmente visible en el sector educativo.

Peor aún, las políticas educacionales que se basan en las creencias actuales de este sexenio tienen serias consecuencias negativas para las oportunidades de los jóvenes y la calidad de la educación misma.

En resumen, la política educativa de este sexenio, en particular en materia de educación superior y de investigación retrasó al país, en un momento en que la educación no puede esperar.

La importancia de la educación es incontrovertible. La educación no puede esperar. Pero lo cierto es que el país solo está haciendo un esfuerzo a medias. El desequilibrio actual entre lo que dedica Mexico a la educación superior pública y a la investigación y lo que gasta en programas de naturaleza securitaria (cuerpos de seguridad, guerra contra el narco, servicios de inteligencia, compra de material bélico) es asombroso.

¿Qué político o funcionario en su sano juicio puede, entonces, continuar en la creencia que la desproporción entre gastos en seguridad y en educación es el mejor modo de ayudar a la seguridad nacional? La respuesta lógica sería ninguno. Que la mayoría adopte ese discurso y apoye con su voto esa opción es, por demás, preocupante. Y, nos debería hacer reflexionar en este momento de las grandes opciones electorales del 2018.

El país no puede esperar.

 

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