OPINIÓN: ¿CÓMO DERROTAR AL RÉGIMEN Y NO MORIR EN EL INTENTO (2)? Por Juan Pérez Medina (CUT-MICHOACAN)

 

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En este momento en que un número importante de liderazgos populares se han sumado a la idea de que es necesario dar la batalla por el cambio a través del sufragio y que se impone como prioridad el “apostar el resto” a la única opción posible de derrotar al PRI-AN-RD o también llamado el triunvirato representante de “la mafia del poder”, que es AMLO; existen otros que se vienen colocando a la izquierda de la contienda electoral o, por lo menos, a la izquierda de la contienda electoral propia del sistema (caso de los Zapatistas), que van más allá de lo que supone la coyuntura y se aprestan a desarrollar una estrategia diferente que, por principio de cuentas, apunta hacia la negación de la coyuntura electoral como estrategia para el cambio.

Y no es para menos; pues la experiencia nos dice que el proceso electoral es un elemento de control del estado para preservar su hegemonía y legitimar su gobernanza. Se trata de un ritual que permite a los partidos contendientes obtener triunfos electorales, pero sin poner en riesgo el sistema político y, sobre todo, económico. En pocas palabras: se trata de compartir el poder entre distintas agrupaciones político – electorales, que no signifiquen ruptura con el modelo neoliberal. Así es como funciona la democracia burguesa.

En ese marco es que, por ejemplo el PRD, representante del ala institucional de la “izquierda”, ha logrado situar cientos de representantes populares en los puestos de elección popular, que van desde regidores hasta gobernadores, pasando por diputados y senadores, sin que ello signifique riesgo alguno para el capitalismo neoliberal. Tan es así, que los gobernadores perredistas han sido en esencia más papistas que el Papa en el ejercicio del poder político y económico, ejerciendo mano dura en contra de los movimientos sociales. Esto no es una casualidad pues los gobernadores que hasta el momento ha tenido el PRD son de origen priista, por lo que adolecen de un compromiso de izquierda y, por lo tanto, con el cambio. Silvano Aureoles y Graco Ramírez en Michoacán y Morelos, son los ejemplos más extremos de un vergonzante ejercicio del poder político de fortalecimiento del proyecto neoliberal y en contra del pueblo. El mismo AMLO tiene su origen político en el PRI, pero por su desempeño político es sin duda un tipo que se cuece aparte.

No quiero omitir aquí algo que es muy importante; el algoritmo neoliberal – burgués para la distribución del poder no está exento de complicaciones y, cuando ocurre que la sociedad supera los límites del marco de la democracia burguesa y pone en riesgo el modelo, entonces el estado actúa con todas sus instituciones, pero fundamentalmente las coercitivas, para restablecer el control. Así fue en las elecciones de 1988 y de 2006 con Salinas y Calderón. Pero así ha sido siempre y un ejemplo de ello es la historia del estado de Guerrero o el surgimiento de la guerrilla en Chihuahua, producto de la voracidad caciquil de un estado autoritario.

Este es quizá el elemento más contundente para explicar el escepticismo de esta ala del movimiento popular antielectoral que se niega a sumarse a una propuesta que no reconoce como suya, pues no contiene la profundidad de sus demandas y, por otro lado, niega el proceso electoral como elemento que se respete por el cúmulo de evidencias históricas que hablan del permanente fraude electoral y la forma en cómo las instituciones electorales acaban por avalarlo, pues son hojas de la misma rama; sin descontar la forma en que descaradamente manipulan la elección de la mano de los medios de comunicación y el control de los programas sociales de dizque combate a la pobreza.

Pero entonces ¿Cuál es el papel que pretenden jugar estas agrupaciones en la actual coyuntura que generalmente acaban con dividir el campo popular?

Si bien existen varios esfuerzos frentistas y tienen en común que varias de las agrupaciones que las integran están en por lo menos dos de ellas, lo cierto es que aún no acaban por diseñar una estrategia de frente a las elecciones de 2018. Salvo el EZLN y el CNI con su candidata indígena el desafío de lograr las firmas necesarias para presentarse como candidata presidencial, lo que no es poca cosa y el resto de las organizaciones que está aún en el debate del qué hacer. Lo cierto es que ninguna de las opciones, tanto la electoral como la que niega este camino, tienen hoy en

sobre sus espaldas una encrucijada que no es nada menor. A mi parecer el campo popular debe hacer un esfuerzo por avanzar a la unidad de todas las fuerzas y desarrollar una agenda propia que implique poner por delante una plataforma de ruptura con el régimen y su modelo económico que sea la luz que conduzca a un plan de acción unitario y popular. De eso se trata y por lo visto, no será nada fácil y de eso la historia tiene también muchas enseñanzas para superar

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